La dramaturgia de Javier Bonatti pide una concentración intensa por su delicadeza y su construcción. Y las tres actrices de la Compañía Las Margaritas redondean un espectáculo que es transgresor.

La irrupción de un dramaturgo para tener en cuenta es un hecho que conlleva en sí mismo un suceso en el teatro. Y que haya quien se atreva a remar contra la corriente y apostar por un público inteligente que pueda disfrutar de algo bello es mérito digno de destacarse. Javier Bonnati es el autor y director de “Háganme acordar (que día fue ayer)”, espectáculo estrenado en el Centro Cultural y Social El Birri. Conmovido por la lucidez el lirismo y el misterio que se desprenden de los monólogos alternados que componen la trama, asume el reto de proponer a los espectadores una obra que obliga a una concentración intensa por su delicadeza y su construcción.

A juzgar por la reacción del público en la función a la que asistimos, el joven director salió triunfante. Durante la extensión del montaje, no se oyó un murmullo y el aplauso final se retrasó un momento, como sucede siempre cuando el que recibe un don, demora su agradecimiento. Las luces de Diego López con los artefactos lumínicos de Ariel Costanzo iluminan el todo y el mar: son esenciales y están más allá de su técnica. Lo mismo sucede cuando las actrices que sirven a una obra, posponiendo su vanidad personal al significado profundo de lo que el autor intenta decir. Evidentemente conmovidas por su belleza, Alejandrina Echarte, Sofía Gerboni y Ana Municoy, con la voz en off de Eugenia Zorzutti se volcaron al texto, desentrañando las sutiles relaciones que unen y separan a los personajes.

El partido tomado es el más efectivo. La pieza, como un rico cóctel a tres voces, desarrolla una historia de vínculos. Entre los dramaturgos jóvenes, Bonatti se caracteriza no sólo por su particular talento, sino por la firme estructura de su pieza. Una estructura curiosa, que podría describirse tal vez como una espiral que va abriendo sus anillos a medida que se aleja del núcleo originario; los anillos, a su vez, son interceptados por líneas narrativas que lo enriquecen.

El espectáculo es, de algún modo, transgresor. La belleza de la puesta en escena, la sabia y precisa utilización de los recursos (como la inteligente y bella escenografía del mismo Javier Bonnati) más el signo elocuente de las actrices Echarte, Gerboni y Municoy lo transforman en una experiencia poética de máxima calidad a lo que sólo habría que señalarle el bajo tono elocutivo del inicio. Suma calidades la asistencia integral de Mariana Gerosa y la bienvenida colaboración en vestuario de Ignacio Estigarribia y Fernanda Gonzálvez. La Compañía Las Margaritas logra conmover porque, de lejos o de cerca, a alguien le ha tocado vivir una experiencia similar.

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