Magui Medina y el arte de fotografiar a artistas. La imagen analógica, la digital y las redes sociales. La luz, el movimiento en la danza, la sensibilidad. La pandemia, la identidad y el viaje ida y vuelta a Buenos Aires.

El amarillo es su color favorito y aunque lo confiese en algún momento de la charla, basta sólo con verla llegar para notarlo. Magui Medina arribó al Molino Fábrica Cultural en bicicleta con su cámara colgando y una sonrisa gigante, la cual se justificaría minutos más tarde cuando empezara a hablar sobre sus oficios y pasiones: la fotografía, la danza y el diseño.

¿Cómo y cuándo comenzó tu carrera como artista?

Cada vez que hablo de mis comienzos me tengo que remitir sí o sí a mis padres. Los dos son artistas, músicos y toda mi vida fue eso: empezar música a los 5 años, talleres de teatro, de canto, de cine. Luego hice la secundaria en la Mantovani… siempre estuvo la cuestión artística muy latente.

¿Desde pequeña te interesó la fotografía?

Cuando iba a los viajes de la primaria llevaba cámaras analógicas o digitales. De grande me di cuenta de que siempre tuve una atracción fuerte por la fotografía y nunca la había desarrollado hasta los 17 años: iba caminando con mi mamá por calle Suipacha y vi un cartel de una escuela de fotografía. “Me parece que está bueno”, le dije. Me anoté y mientras estaba haciendo el 5to año de la secundaria, empecé en ese instituto privado. Además, en la Mantovani estaba haciendo la modalidad de fotografía, diseño y animación, así que ya tenía la perspectiva audiovisual que brindaba la escuela.

¿En qué momento se fusionó la fotografía y la danza?

En el segundo año de este instituto había que hacer un trabajo integrador donde tenía libertad absoluta para elegir la temática. Yo justo había empezado a bailar de nuevo y estaba tomando clases con Ceci Romero Kucharuk. Para ese trabajo integrador le digo a Martina Malano, amiga y compañera de danza, de hacer fotos. Las hicimos en el Patio Catedral, hace diez años. Así se empezaron a mezclar ambos mundos.

De esta manera comenzó Magui su camino como fotógrafa de danza: aficionadamente. Y no tardó mucho en darse cuenta de que ese era el camino correcto, así como no le llevó demasiado tiempo a su círculo cercano darse cuenta de que ella era muy buena en esta disciplina. "Ceci me dijo un día: '¿No querés venir a sacar unas fotos de un ensayo?' Y yo con 17 años dije: '¿Yo? ¿Sacar fotos? ¿A tu ensayo?' Fui, toda chiquita apichonada con mi cámara y ahí me di cuenta de que eso realmente me gustaba. Al poco tiempo, me vuelve a llamar Ceci y me propone hacerle fotos a ella con Paula Ferraris y Maia Roldán, otras dos bailarinas santafesinas alucinantes. Yo estaba tan asustada, porque sabía usar la cámara tradicionalmente, pero no tenía mucha idea de cómo dirigir personas". 

 

"En realidad no sabía qué era lo que estaba haciendo siquiera, no tenía ni idea de que lo que yo estaba empezando a hacer tenía un nombre".

 

Entre las mudanzas que fue haciendo los últimos años, Magui encontró una foto de una revista que había recortado a los 11 años, la cual era de Lois Greenfield, una fotógrafa estadounidense. La imagen era de 4 bailarines que estaban flotando en el aire girados, como si estuvieran saltando con los pies hacia el techo. "Era de los años 90, o sea: no había Photoshop, nada". Hubo algo en ese momento que le llamó la atención y que hizo que la recorte y la guarde, sin saber que años más tarde iba a estar haciendo fotografía de danza. "Cuando la encontré dije: 'Sí, era por acá'. Mi niña ya lo intuía".

Muchas personas dicen que fotografiar es congelar un momento, pero tus fotos están llenas de movimiento, son más que una pose, hay algo más. ¿Cómo describís este trabajo donde se une la quietud y la danza?

Sí, la fotografía es en cierto punto capturar un momento súper preciso, pero a mí me gusta darle el plus del proceso, sabiendo que estoy trabajando con una persona sensible que tiene inseguridades, fortalezas, juicios, sueños, deseos. El objetivo es que sea un momento compartido de disfrute y de gozo, no algo que estoy haciendo bien o mal.

¿En qué consiste una sesión de fotos con vos?

Mi forma de trabajar se basa en brindarle el espacio de exploración a la persona. Quizá viene un bailarín contemporáneo que necesita fotos para su CV, pero también es clásico, hace acrobacia y da clases de flexibilidad. Entonces en todo ese tiempo hacemos el material que la persona necesite. A veces necesitan material de difusión para sus clases, otras trabajo con compañías de danza que necesitan promover sus obras, entonces el proceso creativo es diferente porque ya hay una idea preestablecida que es la que atraviesa la obra o la compañía. No determino que de cierta hora a tal otra hacemos una cosa. Yo me amoldo y soy flexible a lo que están necesitando, a partir de mi mirada.

Técnicamente hablando, ¿qué tecnología utilizas?

Soy un bichito de la luz natural, no me gusta trabajar con luz artificial. He tomado cursos y he aprendido lo que es la fotografía artificial, flashes, iluminación escénica. Pero a mí me gusta ver qué me propone el momento: la luz, el espacio y la energía de la persona con lo que hay ahí. Me parece interesante sorprenderme y amoldarme a lo que suceda en el momento.

¿Hubo alguna experiencia o acontecimiento que te haya marcado un antes y un después?

El Festival Danzar Santa Fe. Al principio, para mí esto era un hobbie donde yo le sacaba fotos a mis amigos de danza. Y no fue hasta que me llamaron para ser la fotógrafa oficial del Festival que encarné realmente la profesión y me empecé a autoproclamar como fotógrafa de danza de la ciudad de Santa Fe. Fue una oportunidad enorme trabajar en ese acontecimiento porque pude realizar una muestra en el hall del Teatro Municipal e hice mucho agite: llevé banner, remeras, programas, tarjetas. Creo que ese evento junto al Encuentro en Danza fue un crecimiento de la ciudad en general porque se puso el ojo en la danza en Santa Fe.

"Algo explotó con el Festival y el Encuentro de danza, fue como una ebullición".

 

Nombres, identidades, refugios

En aquel entonces, Magui se hacía llamar Kleur y admite que era, en cierto punto, una manera de refugiarse detrás de un nombre que no sea el propio. "En mi vida personal, me hacía llamar Magui Multicolor, busqué esa palabra en otros idiomas y llegué a 'multi kleur' que es 'color' en holandés. Dejé a un lado el multi y sentí que ese nombre me representaba, hasta que escuché a la gente nombrarme así. Ahí me di cuenta de que ya no me reconocía bajo ese pseudónimo". Fue entonces que Magui hizo un quiebre: "era momento de hacerse cargo. Y en 2020, plena pandemia, dejé a un lado Kleur, muy agradecida, pero sabiendo que detrás de ese nombre estaba la versión pequeña que no tenía muy en claro lo que quería y sobre todo que no se quería mostrar. Ahí encarné como Magui Medina, fotógrafa de danza."

¿Has visto cambios literales?

Todo el tiempo estoy ratificando que esa decisión fue clave. Todo se hizo más sencillo. De hecho, a Magui Medina lo estaba usando una chica en Instagram. Entonces le escribí, le conté la historia y le pedí si podía liberar el usuario así yo lo podía usar. Y así sucedió: no tuvo problemas, me deseó éxitos y lo liberó al toque.

Las redes cumplen un rol fundamental en tu trabajo, ¿verdad?

Sí, no hay otra difusión de mi laburo que no sea a través de Instagram. Yo trabajo de manera independiente y todo llega gracias a lo que sucede a través de ese perfil. Y lo que voy atravesando en mi vida personal y en mi oficio como fotógrafa también lo reflejo ahí: cambio mi manera de subir contenido, la estética. Y también ese espacio me permite fusionar mis dos profesiones: la fotografía con el diseño de la comunicación visual.

¿Te dedicas 50% a ser fotógrafa y 50% a ser diseñadora?

La realidad es que la fotografía es algo que me atraviesa por completo, el diseño no tanto. Y si bien hoy me siento más fotógrafa que diseñadora, creo que podemos tener muchas pasiones y desarrollarnos en un montón de aspectos.

"Me apasiona tanto el encuentro con la persona. Sentarme con ella, saber cuándo empezó a bailar, quiénes fueron sus maestras. Ahora me abro a gente sensible, no sólo a bailarines, que trabajan en otras áreas: terapeutas, acróbatas, yoguis, doulas. Personas que trabajan con su cuerpo en movimiento".

 

De “fotografía de danza” a “fotografía sensible de movimiento”

Comencé considerándome fotógrafa de danza. Con el pasar del tiempo me fui dando cuenta de que lo que me gusta es captar el movimiento, cuerpos en movimiento. Y así empecé a sentir de una manera más sensible a la fotografía. Esto es un proceso que vengo transitando desde la pandemia. Ahora me gusta decirle fotografía sensible de movimiento. Me interesa compartir una experiencia con la persona a la que le estoy haciendo fotos, sobre todo porque sé que hay un ser humano que quizá tiene inseguridades y miedos. 

No pensar tanto en la forma perfecta

Ya de por sí la danza es una disciplina muy rígida, donde todo tiene que ser perfecto y si no es perfecto está mal, y si está mal no se ve, no funciona. Es muy duro. Ojo, ahora hay un movimiento de la danza que está buscando flexibilizar y sensibilizar todo esto. Ahí yo tuve una ruptura también: dejé disfrutar la danza perfecta desde la forma y empecé a darme cuenta de que soy una humana que disfruta de moverse y ahí fue que me dije: “¿por qué no fotografiar personas disfrutando de moverse y ya? También desde la fotografía me fui flexibilizando a medida que iba perfeccionándome en aspectos técnicos.

 

"Soy bastante quisquillosa con lo que se ve o con lo que comparto o no comparto. Fui afilando mi trabajo a lo largo del tiempo, pero también fui encontrando lugares más flexibles en donde me digo: bueno tampoco tiene que ser todo tan perfecto"

 

¿Qué es ser artista mujer independiente en Santa Fe?

Fue y es un gran desafío. Arranqué muy chica, no creía en lo que estaba haciendo y no fue sino gracias a espacios y personas de la ciudad que apostaron por mi laburo que me empoderé. El compartir con otras personas me dio un sostén para decir “soy artista de Santa Fe”. Hay una verdad: ser independiente en un nicho tan reducido como lo es la danza es jugado. Cuando empecé me decían: “¿Qué? ¿Fotografía de danza? ¿Por qué no te pones a trabajar en cumpleaños de 15 o casamientos?” Y para mí, ese trabajo era: ir cumplir y ya. El contenido estaba correcto, pero no me atravesaba. Sin embargo, trabajar para el movimiento es hermoso. Y realmente todo el soporte que hay en Santa Fe en cuestiones culturales en general y en la danza en particular fue clave para poder decir “soy artista de esta ciudad”. Sí, disfruto sacarle fotos al atardecer o a gatitos, pero lo que me alimenta es trabajar con un artista que está del otro lado, una persona que me está brindando lo suyo. Yo soy mujer artista santafesina gracias a todo lo que hubo y hay en la ciudad que me permitió a mí construir desde ahí.

"Siento que mi trabajo no es sin el otro, no existe si no hay una persona del otro lado brindando su arte". 

 

¿Cómo decidiste irte de Santa Fe?

Empecé a viajar en 2019 a Buenos Aires con el fin de ver qué pasaba allá. Hacía contactos, pegaba algún laburo. Hasta que en 2021 decidí mudarme. Sentía que acá ya había trabajado en muchos lugares y se empezaron a terminar los escenarios y la gente. Si bien la danza sigue creciendo cada vez más, yo no encontraba nada nuevo para mí. Había llegado a un techo que me puse yo misma, así que me pareció correcto moverme hacia Buenos Aires.

¿Qué sentís al volver?

Las primeras veces que volvía me costaba mucho porque sentía una gran diferencia. Fueron ratos donde no me encontraba acá. Y fue recién ahora, en este último viaje, que puedo ver con mucho amor todos esos espacios y experiencias que esta ciudad me brindó y que hicieron que yo sea lo que soy hoy. De hecho, volví a hacer fotos en lugares donde hice hace años y lo vivo de una manera distinta. Mi mirada cambió y ésta Magui del presente mira, siente y trabaja en esos lugares desde un lugar diferente.

¿Hay algo pendiente que te gustaría hacer en Santa Fe?

Una muestra de fotos con todo el material que he hecho durante estos 10 años acá. 

¿Cuáles son tus proyectos actuales y cercanos?

Ahora estoy haciendo fotos, asesorando desde lo que sé del diseño de la comunicación visual a artistas que quieran comunicar en sus redes su laburo, estoy dando clases online de fotografía inicial, fotografía especializada en movimiento, y estoy pensando abrirlo a clases de programa de diseño, edición de fotos. Los últimos fueron años de masticar mucha data que ya tengo ordenada y es el momento de compartirla.

Su sonrisa continúa presente y, llegando al final de la conversación, crece porque sabe: ahora le toca a ella pararse frente al lente y dejar que se congele este momento. Antes de disponerse a ser retratada, abre un poquito más su intimidad y confiesa: "Disfruto mucho vivir en Buenos Aires, por todo lo que me ofrece y por la cercanía con Santa Fe, pero anhelo viajar por el mundo fotografiando artistas".

Fotos: Gabriela Carvalho.

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