Nuevamente, la jornada democrática estuvo marcada por el bajo porcentaje de participación: en Rosario y Santa Fe, no llega al 50%, y en toda la provincia apenas se pasa del 52%.
Con un buen porcentaje de las mesas de la provincia escrutadas, hay una tendencia irreversible: tal y como sucediera en las primarias, la baja participación en este domingo electoral es el principal título de la jornada.
No es un fenómeno sólo santafesino. Todas las provincias que se han acercado a las urnas en lo que va de este 2025 han mostrado niveles de participación bajos, en algunos casos marcando récords de la vuelta de la democracia para acá. En lo que va del año, se realizaron seis elecciones provinciales desdobladas y la participación promedio fue del 57,8%. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires tuvo la asistencia más baja (53%), mientras que el pico más alto se observó en Jujuy (64%).
Esto no exculpa a la clase política santafesina. En todo caso, transforma el fenómeno en un doble síntoma: la gente no quiere ir a votar, no encuentra alternativas seductoras, no se siente representada, no hay opciones que interpelen a esa gran masa de votantes que han definido no participar. Y a la clase política parece no importarle lo suficiente. O peor: cierto sector de la política encuentra en la deserción un aliado, y en la baja participación una confirmación de que para gobernar sólo se requiere (en este escenario) la confianza y la lealtad de un núcleo duro.
En números, la cosa va así: los datos del escrutinio provisorio muestran que la asistencia a las urnas fue extremadamente baja, y que apenas el 46% del padrón votó en la ciudad de Santa Fe y un 47% en Rosario, marcando así los niveles más bajos desde 1983. El promedio provincial estimado fue del 52%, según el titular de la Secretaría Electoral, Pablo Ayala.
Para quienes fuimos a votar, el número no sorprende: los establecimientos se encontraron vacíos casi a toda hora del día, con muy poca concurrencia y sin mayores dilaciones al momento de votar. Lo que quizás podíamos prever a ojo de buen cubero a eso de las dos o tres de la tarde, se termina confirmando ahora con los números de la Secretaría. Entre las primarias del 13 de abril, que incluían la elección para convencionales reformadores, y estas generales se perdieron más de tres puntos porcentuales de votantes: en ese entonces votó apenas el 55,4%.
En la ciudad de Santa Fe, las cifras siguen la misma línea: 50,5% de participación en las primarias del 13 de abril y un nuevo piso este 29 de junio. A modo de contraste, en octubre de 2001, en plena crisis de la convertibilidad, votó el 72,8% del padrón local. Hoy, 24 años después, la participación cayó casi 30 puntos.
¿Qué pasará de cara a octubre?
Las y los santafesinos no cerramos hoy el año electoral: todavía falta renovar diputados nacionales, en una elección que vendrá marcada por la polarización entre las figuras oficialistas (sintetizadas en Javier Milei), la opositora (con los candidatos, entre otros, de CFK) y la posible alianza o no que La Libertad Avanza pueda trazar con lo que queda de Juntos por el Cambio. En Santa Fe, la nacionalización de ciertos debates no parece haber tenido incidencia a la hora de seducir a la gente para ir a votar: ni las campañas de los candidatos libertarios que se pegaron a la figura del presidente, ni el hecho de que el resto de las opciones eligieron no referenciarse con los grandes nombres de la política argentina.
El descontento pareciera ser general: todos los partidos perdieron votos, aunque no todos en la misma medida, y la gente que va a votar elige hacerlo quizás más por tradición histórica que por las candidaturas presentes. Esa masa de votantes ausentes parecen decir algo más: a diferencia del "voto bronca" del 2001 —cuando el malestar se expresó con altos niveles de voto en blanco y nulo—, en 2025 la forma predominante de expresión fue la abstención. La bronca ya no moviliza, sólo genera desgano. La pregunta que queda en el aire es si se trata de un fenómeno transitorio o de una señal de alarma persistente para el sistema democrático.