Hoy es el último día del pasado. O del futuro. No lo sé muy bien.

No. No estoy loco. O sí, pero no por mi desorientación temporal. Hoy Marty McFly y el Doc Emmett Brown llegan al futuro. En Hill Valley, sí; porque viajan en el tiempo, no se trasladan en el espacio. ¡Piensa, McFly! Pero hoy es el día que hace 30 años estoy (con mucha gente) esperando que llegue… y al mismo tiempo, que no llegue nunca.

Estoy hablando de un icono cinematográfico de la cultura pop de los 80. Estoy hablando de la trilogía “Back to the Future”, donde un adolescente inteligente y músico, pero no popular (¿les suena?), y un científico chiflado (¿también?) viajan en el tiempo, hacen mucho despelote, tienen que arreglarlo para que el 1985 del que Marty partió siga siendo idéntico sin sufrir alteraciones importantes y tratando de evitar que se cree una paradoja espacio-temporal que culmine ¡en el fin del universo! O en un simple desmayo. Estoy hablando de una generación… estoy hablando de mí. Estoy hablando de mis últimos 30 años.

De mi grupo de amigos soy el único con la edad suficiente para haber ido al cine a ver la primera parte cuando se estrenó (finales de 1985 o principios de 1986, no está seguro el fanático número 1 de BTTF, Ignacio Grünbaum. Pero sí sabe que en Estados Unidos se estrenó en mayo de 1985). El Microcine, en la Sala Moreno. Después la vi en VHS, en la casa de mis tíos en Gálvez. Por televisión, cada vez que la pasan, es automático: suelto el control remoto. Después online. Después me la bajé y la vi cuantas veces quise. Y ahora en Netflix. Y cada vez que la veo, es distinta y diferente a las anteriores. O le encuentro algún detalle histórico perdido (tardé mucho en darme cuenta que Marvin Berry estaba hablando con su primo Chuck, Chuck Berry, mientras Marty tocaba Johnny B. Goode; y muchísimo más en descubrir el nuevo nombre del mercado desde donde viaja al pasado: Lone Pine Mall) o la vivo como si fuera la primera vez y siento, por ejemplo, que Marty no llega al rayo de la torre. No, no llega. Y le escribo a Nacho y le digo “boludo, no llega. Me quiero matar. Esta vez no llega”, y él me responde “No vieja. No llega. Es un desastre”; y cuando llega festejo y lloro. Y soy feliz. Muy feliz. Cada vez que no sé lo que va a pasar, soy feliz. Y nos volveremos a ver en 30 años. Y el reloj de pared de casa sigue señalando las 22:04. La hora del rayo. Un rato después de que George besara a su densidad; no, perdón: a su destino. Y naciera el rock. Y yo quiera ser Marty. Todos queremos ser Marty. Porque le hizo comer estiércol al villano; una y otra vez. Biff Tannen, patán engrupido. Que odia el estiércol… y Calvin Klein (no el del calzoncillo, el que inventó la patineta ¡¿Hay alguien ahí adentro, McFly?!) le hace morder la bosta. David le gana a Goliath. Marty conquista a la chica. Es popular… y medio incestuoso, ok. ¡Es rockero! Es algo para lo que no estamos preparados, pero seguro que a nuestros hijos les va a encantar. Es el héroe. Punto. Y es inteligente. Y leal. Y te quiere salvar la vida, Doc. Leé esa carta, por favor. No va a ser lo mismo sin vos, Doc. Y con 10 minutos le alcanza para avisarle. A mi amigo. Mi único amigo. Ningún futuro va a ser bueno sin él. Ningún futuro va a ser bueno sin BTTF. Ningún futuro va a ser bueno sin amigos. Porque Back to the future es eso (al menos para mí): una historia de amistad. Y una historia de amor también. Y la de un tarado que muere por tener una patineta voladora… primero saber andar en patineta y después comprarme una patineta voladora. Decía, la de un tarado que quiere saber tocar la guitarra como por arte de magia y flashearla arriba de un escenario y ser el chico de la tapa y además viajar en el tiempo. ¡Viajar en el tiempo! ¡Y ser amigo del Doc! Que desafía la época y te inventa una locomotora del tiempo con cañitas voladoras en pleno siglo XIX para llevarte una foto con el reloj de la torre cuando se puso en marcha… hasta que un 12 de noviembre de 1955, a las 22:04, un rayo lo inutilizó. 1.21 gigawatts… a 88 millas por hora. Y un condensador de flujo de un Delorean, claro, y back to the future. Una, dos y tres veces.

Marty, hasta hoy yo ya sabía todo lo que iba a pasar. Éramos los héroes. El futuro estaba por hacerse. Vos no reaccionaste al “Gallina” de Needles. Somos los hacedores de nuestro destino. Pero, hasta hoy, vos me dijiste todo lo que iba a pasar. Y yo te creí. ¿Y ahora?

Se acabó el pasado. Se acabó el futuro, Marty. Por primera vez, en 30 años, no sé qué va a pasar mañana. ¡Great Scott!

Nota relacionada: La maratón de Volver al Futuro, en Paraná

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