Los medios y el sentido común patriarcal

El lunes a la noche revisando mi noticiero preferido, el Facebook, me encontré con muchas noticias sobre el “XXXI Encuentro Nacional de Mujeres”, que se realizó, como ahora casi todos sabemos, en Rosario. ¿Y por qué “ahora casi todos (lo) sabemos”? Porque se viralizaron las imágenes y videos de la represión policial (una más y van) a los y las participantes del encuentro y la marcha, el pasado domingo por la noche.

Y esas noticias eran las que de manera casi unánime representaban “la cobertura mediática” a tres jornadas en las que casi 100 mil personas participaron de 69 talleres y más de 140 actividades culturales, donde se informó, debatió, discutió (y se discutió posta, con argumentos sólidos entre, por ejemplo, grupos que están absolutamente en contra de la prostitución y otros que pretenden su legalización para garantizar el trabajo seguro de quienes lo ejercen) y se convivió pacífica y democráticamente con otros/as, para hacer pública la oposición al “gran Otro”: el patriarcado que asesina, en Argentina, a una mujer cada 28 horas (datos extraídos de http://cosecharoja.org/encuentro-nacional-mujeres/), sin contar las víctimas fatales por los 1200 abortos clandestinos diarios (43 en 2014. Fuente: http://comunidad.revistaanfibia.com/la-trampa-de-la-represion/).

Y entonces, el mismo lunes, antes de alienarme con alguna serie en Netflix, pensaba: “Acordate que ahora salen todos a confirmar su prejuicio: son gordas tortas quilomberas que lo único que les importa es mostrar las tetas y que les legalicen el aborto así pueden coger todo el día”. ¿Crudo? Sí, perdón. Pero no inverosímil o irreal. Tan crudo, quizás, como el “con esos shorcitos cómo no querés que después las violen” o “no te confundas, no son nenas… si lo fueran no se sacarían esas fotos calentándonos”, pero con malas palabras. En fin, la cosa es que mientras me aprontaba el mate, el martes a la mañana, por la radio no hicieron más que confirmar mi sospecha. Palabras más, palabras menos, escuché a periodistas hablar de “los desmanes de una minoría que generó destrozos” en lo que supuestamente es “propiedad pública”. Se referían a la Catedral de Rosario, lo cual para estos comunicadores representa el límite. Varias cuestiones al respecto me surgieron para decir sobre la relación de los medios de comunicación con la opinión pública y el sentido común. Pero antes, una cosita. Si alguien aún cree que la religión (y sus edificios) son parte de la res pública, pues entonces, discúlpeme el atrevimiento, pero le sugiero que lea con atención el textito de Karl Marx llamado “La cuestión judía”; es cortito y sencillo. Ahí va a ver cómo Dios tiene una oficina con aire acondicionado y un botón, a lo Sr. Burns, que activa un tobogán escondido en el piso con el cual despachar a sus empleados. Lo público, en cambio, es la fuerza de seguridad (llámele policía si quiere) que se utiliza para proteger propiedad privada sin escatimar en palazos y balazos, ¿sabía?

Pero retomemos aquello de lo que quiero hablar. ¿Qué hacen los grandes medios de comunicación por defecto? Según Leonor Arfuch (especialista en el análisis del discurso mediático y periodístico), “reproducir el mapa institucional de una sociedad”. ¿Y cómo realiza esta tarea? Confirmando el sentido común, los prejuicios y, por ende, consolidando la opinión pública que, en general, coincide con los intereses, ideas, prácticas, políticas y deseos del poder (o los poderosos). En otras palabras, nos dicen lo que estamos esperando que nos digan… que, oh casualidad, es lo que nosotros decimos porque, en parte, ellos nos lo dicen permanentemente. ¿Se entiende la cuestión? Un ejemplo más conocido: “No se puede salir a la calle de tanta inseguridad”, dicen permanentemente. Y cuando vos le preguntás a esa persona cuántas veces lo asaltaron o a cuántos familiares o conocidos asesinaron, te responden: “A ninguno. ¿Pero vos no ves los noticieros, eh?”. Y entonces qué hace el noticiero: darle a esa persona lo que quiere ver, escuchar y, que el medio quiere que escuche, vea y, sobre todo, reproduzca. O sea, darle la razón al “ciudadano común que paga sus impuestos”. A ese que no puede, pero que quiere y desea sentirse, al menos, en la pantalla, una parte perteneciente del poder.

En fin, lo que yo quería decir es, en primer lugar, que por suerte hay canales alternativos de información (y por eso a mí me cabe informarme por Facebook), que operan denunciando, en este caso, la represión policial. Y que esas vías por donde transita “lo otro”, por lo general, surge de la cámara de algún celular que esté presente en el “en vivo y en directo” del acontecimiento (y no estoy defendiendo eso que se llama “periodismo ciudadano” que es una piedrita más en la precarización laboral de los empleados de prensa).

Foto: Rolando Andrade Stracuzzi / Telesur
Foto: Rolando Andrade Stracuzzi / Telesur

En segundo lugar, que afortunadamente ya se está haciendo eco el funcionamiento ideológico de los massmedia: ya no existe solo la mirada ingenua sobre la dinámica mediática que reza que los periodistas somos objetivos. Cada vez somos más los que podemos inferir que los modos de titular noticias, las maneras enunciativas con las que se construyen los artículos, las fotos con sus respectivos pies de página no son casuales, sino productos de una férrea lógica editorial que exige informar así y no de otra manera. Por ello, se propagó rápidamente el video de la represión y no las fotos de la multitudinaria convocatoria en el Monumento a la Bandera; porque mostrando “enfrentamientos”, hay “dos bandos” (“dos demonios”, es la que más le cabe a los genocidas), y si en uno de ellos hay lesbianas, travestis, trans, feministas y un montón de prostitutas, ¿a que no saben de quién es la culpa del quilombo, eh?

En tercer lugar, lo obvio: hablando de lo ocurrido el domingo por la noche, se evita hablar de los tópicos que convocaron al Encuentro. Se silencian los justos reclamos de las mujeres, trans y travestis reunidas en Rosario. Se silencia el femicidio, claro. Incluso, aunque los medios hablen sin tapujos de “represión”, cuando, por lo general, hablan de disturbios. Esto es básico en cualquier análisis político e ideológico sobre los medios. Podemos también pensar en que es lo que más vende y, desde luego, la noticia es también una mercancía que debe venderse; por lo tanto, es lo más reproducido mediáticamente. Pero no me quiero detener en este punto. Por ello, cambiamos de párrafo y…

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… en cuarto lugar, quiero asumir (y no estoy invitándolos a que ustedes se sumen si no quieren) una derrota. Sigo viendo, no sin angustia, que hasta los intelectuales más lúcidos, todavía se detienen a hablar y escribir sobre la represión del domingo en el cierre del encuentro. Hablan y escriben bien. Coincido con ellos y ellas en general. Dicen lo que yo también diría… y me complace saber que tipos y tipas que respeto piensan como yo. Pero lo que me perturba y no me deja disfrutar de esas lecturas es que están reproduciendo la lógica de los grandes medios: siguen hablando de algo que, a mi entender, es solo una nota al pie en lo que fue un fin de semana donde habían ganado los derechos humanos. La represión debería ser una anécdota, algo que no parezca noticiable en el marco de una convocatoria de casi 100 mil personas que se prolongó durante 3 días y que no consistió en la idolatría a un jerarca partidario, ni a un jerarca eclesiástico, ni a ningún futbolista o rockstar de turno. Fueron la necesidad de garantizar derechos civiles, políticos y humanos lo que aglomeró allí a tanta gente… y de eso, ya casi nadie habla. Ni siquiera yo, que pretendía hacerlo en este artículo. Hablar de la represión es darle la batalla por los significados (que es una batalla política, desde luego) ganada al poder. Brindarle espacio a esto, y no a lo otro, es decirle al sentido común más reaccionario “sí, ganaste… estoy hablando de lo que el poder quiere que hable”. O bien, “estoy hablando de lo que mi familia entiende y quiere escuchar y leer”. Sin rodeos, estoy confirmando el prejuicio de la opinión pública, pero con otras palabras: como no se puede decir “gordas tortas que solo quieren mostrar las tetas y abortar” porque está mal, lo digo acudiendo a las imágenes de vidrieras rotas, de la represión policial, de los graffitis, de llenar de ese contenido y no otro mis páginas, mis programas, mis web, etc. Y que sea de eso de lo que vayamos a hablar por lo menos una semana… aunque se vea mal el accionar del Estado, no importa. La gente se olvida rápido, vuelve el fútbol. Lo importante es que no vean que las tortas son inteligentes, saben lo que quieren y tienen argumentos para defenderlo y demostrar que, encima, eso que desean no es ni más ni menos que un derecho humano, como el que tengo yo, bien machito que soy, como Dios manda.

Sí, creo que hemos sido derrotados por el sentido común una vez más. Lo esencial, diría El Principito, permanece invisibilizado a los ojos del cuerpo social. El patriarcado, con sus aparatos ideológicos estatales y privados, ha triunfado. Y ahora vamos rápido a una tanda de comerciales, que esto ya está aburriendo.

 

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