Un reclamo que debería unir a los argentinos quedó sumido en una grieta de operaciones políticas.

La pregunta que debería unir a los argentinos –¿dónde está Santiago?– es la que nos divide. Horrible paradoja. Un caso de desaparición forzada, que compromete seriamente a las fuerzas federales de seguridad, ha sido resignificado en el marco de la “grieta” que tantos buenos dividendos le viene dando al gobierno nacional.

Un correcto funcionamiento de las instituciones –consigna que aún enarbola Cambiemos– implica que los ciudadanos no desaparezcan, ni en una protesta ni en ninguna otra circunstancia. Y que, si así ocurre, la Justicia y las fuerzas de seguridad se pongan al frente de la búsqueda, esclarezcan los hechos y los expliquen a la sociedad hasta en el menor detalle.

Nada de eso se advierte en el primer mes de la desaparición de Santiago Maldonado. Por el contrario, desde el gobierno nacional y sus usinas mediáticas han hecho todos los esfuerzos posibles por cargar las culpas en la víctima y, de paso, urdir complejas hipótesis sobre grupos terroristas mapuches financiados desde el exterior. La dictadura usaba herramientas parecidas, en otro contexto.

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Sin embargo, la canallada mayor surgió en forma anónima, con evidente amparo y apoyo de las usinas macristas, y se extendió como reguero en las redes sociales y en las discusiones de oficina o de café. Esa canallada consiste en cuestionar el reclamo por Santiago Maldonado con el argumento de que las mismas personas que ahora protestan “se callaron la boca” cuando desapareció Jorge Julio López en septiembre de 2006.

La estupidez del planteo López o Maldonado no resiste análisis. Es, apenas, una nota al pie, de muy mal gusto, que no se puede separar de la estrategia de la “grieta” que el gobierno echó a rodar para legitimarse ante su electorado y, luego, como discurso de campaña. La “grieta” López o Maldonado debería ofender no sólo a los kirchneristas, sino a todos los argentinos democráticos.

Rubén López, hijo de Jorge Julio, se lamentó del uso que hicieron los simpatizantes del gobierno nacional del caso de su padre, como respuesta a los reclamos por la aparición de Santiago Maldonado. “No se los permito, sobre todo a los funcionarios, porque nunca hablaron de Jorge Julio López. No tienen autoridad moral”.

Para relativizar la responsabilidad de su propio gobierno en el caso Maldonado, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich dijo que en el país hay cinco mil personas desaparecidas. El dato es inexacto: en 2015 había al menos 6040 casos de niñas, niños, adolescentes y personas adultas que estaban siendo buscados por sus las familias según un informe de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas y la ONG de Acciones Coordinadas Contra la Trata.

Pero la más grave inexactitud de la ministra es desconocer el concepto de desaparición forzosa. “Un extravío de persona es una situación particular. Y una desaparición forzada es un delito que está tipificado en el Código Penal, en el artículo 142 bis. Allí se dice tiene que la desaparición forzada tiene ver con el accionar de funcionarios o empleados públicos que, actuando con la autorización o en representación del Estado, privan de la libertad a una persona. Este tipo penal incorpora otros elementos, como la falta de información sobre el paradero de la persona, la negativa del Estado a reconocer la privación de esa libertad o la negativa a informar sobre el paradero”, explicó Manuel Tufró, coordinador del equipo de Seguridad Democrática y Violencia Institucional del Cels, a Cosecha Roja.

La abierta defensa que hizo Bullrich de la actuación de la Gendarmería durante la represión en la que desapareció Maldonado y las posteriores versiones sobre una supuesta guerrilla mapuche separatista en la Patagonia no alcanzan para desviar el eje: Santiago lleva un mes desaparecido y el gobierno de Mauricio Macri no puede explicar dónde está, qué le pasó o qué le hicieron.

La historia reciente y la crónica periodística nos relevan de la tarea de enumerar elementos que comprueban que los reclamos por López y por Maldonado son igual de genuinos y que no hay contradicción sino coherencia en sostener ambos. Partidizar el asunto solo contribuye a desviar el eje central y llevar el tema al abismo más oscuro de la grieta.

Más apropiado, acaso, es refrescar la obra del fotógrafo Gabriel Orge. En septiembre de 2014 realizó una intervención sobre la medianera de un edificio de barrio Cofico, en la ciudad de Córdoba; allí proyectó una imagen de Jorge Julio López. “Apareciendo a López”, fue el título. El lunes 28 de agosto repitió la intervención con la foto de Santiago Maldonado. La misma pared, el mismo edificio, la misma ciudad y el mismo reclamo. Que debiera ser, a esta altura, el de un país unido.

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