A 10 años de la sanción de la ley de Matrimonio Igualitario, Esteban Paulón, uno de los protagonistas de esta gesta junto a cientos de militantes LGBT+ de todo el país, recuerda cómo se llegó a ese momento histórico.

Esteban Paulón fue, hasta diciembre de 2019, subsecretario de Diversidad Sexual de la provincia de Santa Fe. Antes, tuvo un amplio recorrido -que hoy sigue su camino- como militante en diversos espacios LGBTIQ+: dentro del Partido Socialista, en la organización Vox, en la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT). Hoy es director ejecutivo del Instituto de Políticas Públicas LGBT+ y presidente del Comité Ejecutivo de la Red GayLatino; e integra el Consejo Asesor (ad Honorem) del Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad de la Nación.

En 2010 era Secretario General de la FALGBT y desde allí fue parte de ese armado y rosqueo clave para lograr la sanción de la ley.

-Al contrario de lo que pasó con la iniciativa estatal en materia de Derechos Humanos, que fue disputada por algunos organismos y desató algunas internas, la ley de Matrimonio Igualitario y su consagración impulsada por el kirchnerismo, no generó ninguna confusión de mérito: fue compartido y transversal. ¿Qué recordás del trabajo que hicieron las organizaciones que la militaron y las fuerzas políticas que bancaron?

-Primero recuerdo que efectivamente hubo un camino a recorrer antes de llegar a la noche en que se convirtió en ley en la Cámara de Senadores, que tuvo que ver con generar las condiciones sociales para que esto pudiese concretarse. No alcanzaba con juntar los votos en legislatura, que de por sí era un tema complejo porque los bloques habían dado libertad de acción a legisladores y había que convencer y militar voto por voto. Nosotros veníamos de una experiencia que era la Ley de Matrimonio Igualitario en España, que hace unos días cumplió su 15 aniversario, y esto dispara la posibilidad de impulsarla aquí, "¿por qué no Argentina?" pensamos todes. España, de todos modos, tenía un sistema político más estable, con un presidente que incorporó este tema a su plataforma electoral y un pleno de los legisladores del Partido Socialista dispuestos a votarlo en bloque. Acá era más complejo, había que salir a buscar dentro del radicalismo y el peronismo los votos necesarios para tener chances de ganar; también los votos del socialismo y otras fuerzas progresistas de centro izquierda que aportaron uno, dos o tres, pero todos importantes.Fue una construcción muy compleja.

-¿Cuál fue el rol de Néstor Kirchner y de Agustín Rossi en este proceso?

-Fue fundamental la decisión política de Néstor Kirchner para conseguir los votos necesarios hacia adentro del bloque del Frente Para la Victoria. Avalar la ley fue una de las promesa de la campaña 2009 de Néstor, eso pasó por primera vez en la historia argentina, considerando que era un ex presidente y candidato con altas chances, de una fuerza política que podía volcar decididamente la balanza. Incluso fue tapa de algunos diarios de aquél momentos. El apoyo de Agustín Rossi lo teníamos conversado y lo contábamos desde hacía dos años por entonces, era nada menos que el jefe de ese bloque y todo esto fue central.

En noviembre de 2009 ya habíamos logrado que el proyecto se debata en comisiones, Juliana Di Tullio y Vilma Ibarra convocaron a las audiencias para luego sacar el dictamen y que posteriormente llegue al recinto. Muy jugado en aquél año pues era como un 20 de noviembre y las comisiones trabajan hasta el 30. Ahí pasa algo súbito y es que el radicalismo y el peronismo deciden retirar su presencia de las comisiones: cuando se produjo la reunión para dictaminar no quedaba ni el loro, así que acordamos con Vilma y Juliana -más algunos diputados peronistas y radicales, y otros de bloques más chicos- casi clausurar ese año, no teníamos margen de tiempo pero habíamos logrado visibilizar el proyecto y la movida social que veníamos impulsando. Luego se renueva la composición de las Cámaras en las elecciones de medio término, ahí el kirchnerismo pierde en la provincia de Buenos Aires, cambió la correlación de fuerzas y la verdad es que pensamos que iba a ser perjudicial para nosotros. Pero en realidad consolidó las posiciones a favor y en contra y el corte transversal que el matrimonio igualitario hacía en casi todas las fuerzas políticas. En el verano de 2010 hubo dos fallos judiciales que permitieron matrimonios y eso mantuvo candente el debate.

El Congreso iluminado con los colores de la diversidad, a 10 años de la sanción de la ley de Matrimonio Igualitario

-Hay muchas historias y anécdotas sobre lo febril y disputado del poroteo para juntar los votos de las dos medias sanciones. Algunos nombres memorables que la impulsaron o ensuciaron el camino al dictamen de comisión y la votación misma.

-El poroteo fue intenso, hubo una sesión que se cayó porque se convocaba para tratar el matrimonio igualitario y el Grupo A de aquél entonces cuela el tema de la derogación del impuesto al cheque. Así que los opositores utilizan la controversia por ese impuesto para embarullar una sesión que se cae finalmente y nos lleva puestos. Patricia Bullrich hizo uso de una picardía parlamentaria para publicitar que el kirchnerismo no quiso dar quórum para el matrimonio y finalmente ser resolvió convocar para la semana siguiente una sesión especial que firman todos los presidentes de bloque con el compromiso de sentarse a debatir específicamente nuestra ley. El 5 de mayo se aprueba finalmente en Diputados. El día previo, hasta altas horas, estuvimos sumando y restando para el quórum y la aprobación de la media sanción, con un margen bastante fino. Por la oposición hicieron su trabajo de juntar votos Mónica Fein, del Socialismo, María Storani, del radicalismo y Marcela Rodríguez, por la Coalición Cívica. En el oficialismo nuestras aliadas fueron Juliana, Vilma, y María Rachid que no era legisladora pero se abocó a esa tarea. La noche previa también recuerdo que Patricia Fadel, que era diputada del FPV por Mendoza, muy comprometida con los sectores de la iglesia, abre su oficina de la Secretaría Parlamentaria del mismo palacio legislativo para que referentes eclesiásticos vayan a llamar por teléfono a diputados y diputadas para que voten en contra. Esto no sólo le costó el cargo de secretaria parlamentaria, en el que fue reemplazada por Teresa García, sino que la reelección no le fue posible pues no la volvieron a incluir en la lista de la siguiente elección.

-Hoy hay muchos chicos y chicas que militan fervientemente la despenalización del aborto, muchos de ellos eran niños en edad escolar primaria en 2010, o ni siquiera, y tal vez exista la impresión de que aquello fue relativamente sencillo, que los poderes que se enfrentaron no eran ni tan potentes ni tan compactos. ¿Qué podrías decirles?

-Había una coalición de sectores que se han ido desarticulando, pero luego de que la ley demostrase, con el tiempo, que no había argumentos científicos ni sentido común en la oposición al matrimonio igualitario. Todas las desgracias acerca de la disolución de la familia, y hasta de la sociedad, se licuaron a medida que la ley demostró que ampliaba derechos sin lesionar ninguno, pero al principio era un bloque macizo, compacto y muy fuerte. Estaba la Corporación de Abogados Católicos, que incluso detuvo el primer matrimonio igualitario, pues tenían poder adentro de Tribunales, y que el Jefe de Gobierno de entonces, Mauricio Macri, dijo que debía acatar y detuvo el casamiento de Alex Freire y José Di Bello. También Bergoglio y los obispos; a mí me tocó visitar muchos despachos de diputados y senadores y, sobre todo los senadores, nos contaban las barbaridades que les decían, que nunca más los iban a elegir, que si votaban a favor se terminaba su carrera política, un nivel de apriete y violencia muy fuerte y que sigue ocurriendo pero que ya han quedado muy fuera de época. Sacerdotes y otros referentes repetían aquello de que la homosexualidad venía de problemas de infancia, de presencias paternas debilitadas o ausentes. A mí me lo dijeron en la cara, en una mesa debate que organizó el diario La Nación, que la culpa de que yo fuese homosexual era de mi padre por no haber ocupado su lugar como corresponde, cualquier delirio. Y también aparecían por aquél entonces, de la mano del PRO y la diputada Cynthia Hotton, los grupos evangélicos.

-Pero que no tenían el peso económico ni de movilización que tienen hoy…

-Eso es cierto, pero si movilizaban y fuerte. Recuerdo una marcha desde el conurbano hacia Capital Federal, en colectivos con muchísima gente, para confluir en un rezo interreligioso con un rabino, un pastor evangélico y un sacerdote. Pero no convocaron lo que se esperaba, no lograron atraer gente ni tornarlo masivo. Pero sí es cierto, y conviene recordar, que había sectores muy poderosos que tenían representantes en la política, la justicia, en los medios, las asociaciones médicas, y aún los tienen. Era cuesta arriba. Hoy la agenda de la diversidad está muy instalada y temas como la legalización del aborto han prendido en la agenda política y social, pero los desafíos son casi los mismos. Nosotros ganamos las votaciones por pocos votos, 16 en diputados y seis en el Senado, y sin algunas ausencias significativas hubiese sido mucho más angustiante.

-Y peleada también la cosa en Santa Fe. Los dos tenemos esa patria chica y así como contamos muchas voluntades a favor, haciendo un recuento de votos, hubo también resistencias muy fuertes en diputados: con seis votos por la negativa, con el aporte del peronismo federal (entre los que se contaron los del ex gobernador Jorge Obeid y Juan Carlos Forconi o Walter Agosto), el reutemanista Carlos Carranza, el radical Jorge Alvarez y la democracia progresista con Carlos Favario. Los votos positivos, igual, fueron el doble.

-En el Senado estaba Rubén Giustiniani como referente del Frente Progresista, que aportó su voto, así como Roxana Latorre, peronista, quien también votó a favor despegándose de Carlos Reutemann, quien se ausentó -yo llegué a hablar con su pareja por entonces, Verónica Ghío, y ella era bastante abierta y estaba a favor; ahí la cosecha fue todo ganancia. En diputados se repartió un poco más y así como contamos los menos progresistas hay que decir que la actual secretaria de Género de la Provincia, Celia Arena, votó a favor, pese a pertenecer al peronismo federal. Y los socialistas que habían entrado con el recambio legislativo apoyaron: Verónica Benas, Fabián Peralta, Alicia Ciciliani y Mónica Fein. El corte fue verdaderamente transversal en todos los espacios políticos, y no nos olvidemos del recolector de votos que fue Agustín Rossi, como jefe de bloque, y las autoras del proyecto original, donde estaba Silvia Augsburger que había dejado la cámara con el recambio. Hubo un gran protagonismo de los representantes de la provincia en el logro del matrimonio igualitario, con las contradicciones que tiene la provincia, por supuesto.

-Vos en ese momento eras Secretario General de la FALGBT, seguramente habrás tenido noticias o participado de las reuniones -que Mario Wainfeld comenta en “Néstor, el tipo que supo”- donde Néstor les pidió que militen más fuerte que nunca para generar el consenso social de la ley y les garantizaba que era una ley importante para Cristina. Todo esto, a pocos meses de lo que luego sería su repentino deceso.

-Sí, hubo una reunión en la cual él plantea exactamente eso del consenso. Ya nos lo había propuesto Aníbal Fernández también. No arrancábamos de cero, pues ya en 2005 la CHA (Comunidad Homosexual Argentina), que no es miembro de la Federación, había presentado el proyecto de unión civil nacional y tuvieron un rol destacado en la sanción de esa unión en la Ciudad de Buenos Aires. La idea era trasladar esa misma experiencia al parlamento nacional. Eso, más la sanción en España del matrimonio igualitario, nos invitó a pensar en otra escala, en hacerlo posible a nivel nacional. El gobierno se encontró entonces con dos proyectos y dos organizaciones con presencia fuerte en Capital Federal, y en el caso de la Federación en todo el país, impulsando cosas parecidas pero diferentes. Nos plantearon entonces desde el gobierno que iban a apoyar el proyecto que tuviese mayor consenso social y nos pusimos a trabajar en eso. Acordamos impulsar la ley de matrimonio igualitario y Néstor nos pidió que nos ocupemos de la lucha fuera del parlamento. Pero la realidad fue que nosotros peinamos mucho el parlamento, no los bloques del FPV que corrieron por cuenta de él y Agustín, pero en los bloques chicos de la oposición el cuerpo lo pusimos nosotros, caminamos un montón.

Parte de esa estrategia fue armar, el 1 de marzo de 2010, una conferencia de prensa en el Salón Parodi del Congreso y, por primera vez después de lo del campo, aparecía Agustín Rossi sentado al lado de Adrián Pérez de la Coalición Cívica, Felipe Solá por el Peronismo Federal, Soledad Martínez del PRO, Ricardito Alfonsín por el bloque de la UCR, con Juliana Di Tullio, Silvia Augsburger y referentes de bloques menores. Algo inédito que sólo la Federación y los organismos de la diversidad podíamos lograr. La foto para la prensa fue impactante y esto fue muy importante para debilitar a algunos sectores opositores a la ley. Fue un trabajo muy bien coordinado, infernal, donde cada uno dejó todo y Néstor fue importantísimo, por supuesto.

-En cuanto a los cambios culturales que se esperaban, porque hay legislaciones que se adelantan a su tiempo ¿cómo ves la aceptación social de la igualdad matrimonial a 10 años de la ley? ¿Te parece que nos pusimos en línea con aquella normativa de avanzada?

-Creo que la Ley de Matrimonio Igualitario es una de las dos o tres leyes más importantes del gobierno de Cristina y de las últimas décadas. Es cierto que en su momento se leyó como una ley que se adelantó al consenso social, fue un punto de discusión muy fuerte entre las organizaciones a pesar de una encuesta que habíamos hecho con el INADI que nos daba un 60% de consultados a favor. Hoy cuenta con un apoyo de más del 80% de la población, hemos progresado, nos hemos puesto al día y a la altura de lo legislado. Hubo sectores que se oponían por retrógrados pero muchos otros por desconocimiento o miedo y sobre ellos hemos ganado adeptos. Esta fue una ley que tuvo efectos muy positivos para el país, se dio en el marco del Bicentenario de 2010 y aportó a la igualación que proponía el kichnerismo, a un clima de época. Yo creo que hoy estamos al día, que la ley implicó un efecto mucho más profundo que el de los derechos que pretendía garantizar y significó un reconocimiento colectivo a la diversidad sexual que nunca tuvo; impulsó una salida del armario masiva del colectivo LGBT+ pero no en términos personales, sino de una instalación en la agenda pública y política que hasta el día de hoy tiene consecuencias importantes. Ninguna ley transforma automática las condiciones materiales y culturales que provocan la discriminación y la exclusión, el 16 de julio de 2010 no éramos todos iguales ni mejores, pero implicó una herramienta muy poderosa, un mensaje muy potente del Estado.

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