Todo pasa muy rápido en este Mundial. El plantel de jugadores se junta sobre la hora, luego de que concluyan las ligas más importantes, hay un amistosos contra el equipo de Rodolfo Arruabarrena, a los tres días Arabia Saudita se convierte en sorpresa, nos atragantamos de angustia, a los tres días nos desahogamos con Enzo Fernández, a los tres días clasificamos primeros del grupo, Arabia Saudita es recibido en su país luego de ser eliminado, y en unas horas arrancan los octavos de final. Todo pasa a gran velocidad, dentro y fuera de la cancha. A veces no sabemos qué fue sorpresa y cuánto merecimiento atribuir a cierto resultado. Japón arranca perdiendo contra dos campeones del mundo en los primeros minutos y antes de que concluya el partido invierte el resultado en dos movimientos ninjas. Dinamarca y Bélgica, de candidatos a decepción. Alemania, afuera de los 16 por segundo Mundial consecutivo. Todo en menos de 15 días. En medio de esta vorágine, vale rescatar la ternura de este banquete futbolero, aunque hay cosas que no sé si pasaron en este u en otros mundiales.

Un ejercicio que aprendí escuchando a Sebastián Wainraich:

Me da ternura Lo Celso recibiendo a su hija recién nacida.
Las personas que eligen creer en las coincidencias con 1978 y 1986.
Que Enrique contabilice aquel pase como una asistencia.
El festejo de gol de Camerún a Brasil, con Aboubakar haciéndose expulsar de alegría.
Que los napolitanos quieran que gane Argentina contra Italia.
Me da ternura hacer un nuevo amigo cerca de los 40 años.
No haber podido disfrutar al arquero iraní con sus saques de mano extra large.
Que Batistuta se corte el pelo para jugar el Mundial.
La adolescencia cordobesa con la que se expresa Julián Álvarez.
Que mis hijos estén pendientes del prode.
La mano estirada de Diego, invitando a la enfermera a caminar para los ojos del mundo.
Me da ternura que el equipo lo tire para arriba a Messi luego de un triunfo.
Los ex jugadores argentinos alentando a los nuevos.
Neymar sentado, riendo con los nuestros luego de perder una final.
Que alguien se invente una cábala y apueste solo para invitar un asado.
Que Aimar esté acompañando a Messi en esta aventura.
Bielsa pidiéndole a Verón: “¡Que no quede corto, Seba!”.
Me da ternura cuando el gol se festeja agradeciendo al entrenador.
No estar tan preocupado por la cena de las fiestas.
La frase “Pase Maestro, lo estábamos esperando”.
Gritar gol luego de 27 pases y que el rival no toque el balón.
Pensar en todo lo que nos enseñó Alejandro Sabella.
Me llena de ternura que el Dibu no le pudo hacer upa.
Ayala señalando a Román Riquelme que el gol es suyo.
Que alguien piense que estoy escribiendo estas líneas desde Qatar.

La ternura como refugio de las gotas de la mañana, o del calor de la tarde. La ternura de compartir la camiseta y olvidarnos de la grieta. Como un bálsamo para pensar este deporte u otro momento de la vida. La ternura como respuesta, para aliviar malos entendidos, para generar empatía y afrontar desigualdades. La ternura del primer Mundial, la de las fotos de la infancia, la de los juegos más simples, la de las risas espontáneas y los abrazos inesperados. La ternura del Messi argento, del Messi arenga o del Messi padre que nos llevan y traen a un tiempo de plenitud, ilusión y magia.

 

 

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí