ni una menos - medios periodismo
Foto: Titi Nicola - CC BY-SA 4.0

De la irrupción de la perspectiva de género en los estudios y redacciones, al desembarco de los discursos de odio en el poder y en el prime time televisivo. Qué pasó (y que no) en estos 10 años del #NiUnaMenos.

Poco más de una década atrás, la persistencia de un puñado de trabajadoras de prensa de Santa Fe logró abrir la discusión sobre qué debía llegar a las páginas del diario, al titular del portal o a los noticieros de radio y televisión. Así, comenzó a perder espacio, no sin resistencias, el término “crimen pasional”, y empezamos a leer y escuchar la palabra femicidio.

Fue justamente el femicidio de Chiara Páez —el horror de tener que narrar el horror— lo que motivó que un grupo de periodistas convocara aquel primer Ni Una Menos. El cansancio de tener que discutir con compañeros de trabajo y editores qué significaba contar los detalles privados de un femicidio. La deshumanización de clasificar a las mujeres asesinadas como “malas víctimas” por cómo vestían o qué boliche frecuentaban.

El movimiento, que creció con rapidez e incluyó los hartazgos de cientos de sectores, fue asumido por las trabajadoras de prensa como una oportunidad. Una oportunidad que coincidió con la necesidad de los empresarios de medios de mostrarse “a la altura” de los reclamos sociales, y que permitió que, aunque fuera transitoriamente, se lograran cambios que el tiempo dirá si pueden sostenerse ante el avance conservador.

Oportunidades, conquistas y políticas de cuidado

Estos diez años nos permitieron, con mayor o menor profundidad, con adhesiones genuinas o motivadas por la corrección política, conquistar avances que miramos con orgullo.

Las capacitaciones en perspectiva de género comenzaron a ser más concurridas, no tanto por trabajadores, pero sí por trabajadoras y estudiantes de diversos ámbitos. Fuimos nosotras, organizadas en la Asociación de Prensa de Santa Fe, quienes impulsamos la elaboración de un protocolo de actuación para casos de violencia de género. Ese protocolo fue la base sobre la que, en 2020, se discutió en paritarias la sanción de una licencia especial por violencia de género para las trabajadoras de medios del sector privado, y poco más de un año después, para las de Radio y Televisión Santafesina.

Esta licencia fue —y sigue siendo— un hito para nuestro sector. Establece los mecanismos por los cuales una trabajadora puede acceder a 15 días de licencia, y obliga a las empresas a colaborar en la atención de las situaciones que se presenten, aplicando principios como la confidencialidad, la no revictimización, la intangibilidad del salario y demás beneficios.

También trabajamos junto a sindicatos y organizaciones de todo el país en la sanción y reglamentación de la Ley de Equidad de Géneros en los medios, bajo la consigna Faltamos en los medios. En el espíritu de esta ley —de aplicación obligatoria para medios públicos y con un sistema de puntaje para los privados— está la necesidad de revertir una contradicción flagrante: las mujeres somos mayoría en las facultades y escuelas de comunicación, alcanzamos mejores promedios académicos, y sin embargo, somos las menos contratadas y las más precarizadas. También en Santa Fe: el sindicato de prensa cuenta con solo un 30 a 35% de afiliadas mujeres. La ley nunca tuvo aplicación.

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2do Encuentro de Periodistas Feministas. Noviembre 2019. Santa Fe. Autora: Titi Nicola | CC-BY-SA-4.0.

Retrocesos, sobrecarga y estereotipos que resisten

Nos formamos para ser formadoras y llevar la perspectiva de género a las redacciones, pero también nos sentimos sobreexigidas: cada vez que surge una situación que requiere una mirada de género, nuestros compañeros acuden a nosotras para que nos ocupemos o les digamos qué decir. Y eso, muchas veces, agota.

Durante algunos años, las radios y canales de televisión se llenaron de columnas sobre género. La temática se volvió un nicho, pero no llegó a transversalizarse. Hoy, esos espacios casi han desaparecido. Las mujeres que aún habitan los medios pocas veces hablan o escriben sobre temas duros. Vuelve a imponerse el estereotipo: la mujer que acompaña al conductor o que escribe sobre temas “blandos”.

De todos modos, esta década también fue propicia para el crecimiento de medios cooperativos y autogestivos, con una composición más equitativa y un abordaje más responsable de las temáticas, aunque siempre en riesgo debido a las dificultades económicas.

Precarización, IA y el riesgo de volver atrás

La precarización laboral, la necesidad acuciante de llegar a fin de mes con varios trabajos, la destrucción de los medios —especialmente los públicos gestionados por el Estado nacional— y el avance de la inteligencia artificial, que si bien no puede frenarse, pretende ser usada como herramienta de reemplazo de periodistas, son cargas que se suman a las espaldas del conjunto de trabajadoras y trabajadores de prensa.

El compromiso inicial de las empresas, las fotos del primer 3 de junio, y algunas concesiones otorgadas en ese contexto, se revelan ahora como gestos más cercanos al pinkwashing que a un compromiso real. Subirse al tsunami era políticamente correcto, pero no pasó mucho tiempo hasta que muchos se bajaron y volvieron al cauce habitual.

Sin embargo, algo quedó: hay una lupa. Todavía se comenta, todavía hace ruido un exabrupto o una desubicación. Las audiencias cambiaron. Y aunque el retroceso amenaza, no será tan fácil borrar del todo lo que logramos nombrar.

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