La Red Nacional de H.I.J.O.S. tuvo su encuentro en Santa Fe. El análisis después de las Paso, la represión en Jujuy en carne propia, la tarea de construir más organización y memoria para enfrentar el fascismo y el reclamo de una Justicia que esté a la altura de los 40 años de democracia.

Santa Fe fue sede, por primera vez, del encuentro de la Red Nacional de Hijas e Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.). A 40 años de democracia, y tras el resultado de las elecciones primarias, la reunión de una organización que lleva 28 años de lucha dispara algunas preguntas: ¿cómo defender la democracia hoy? ¿Cómo convocar al pueblo en defensa de sus derechos? 

Las hijas e hijos de la generación diezmada —tal como la bautizó Cristina Kirchner, más allá de los liderazgos y las candidaturas— tienen la conciencia del rol que les cabe como un espacio que articula linajes, sueños heredados y un anhelo común: el de un país donde a ningún pibe le falte el plato de comida.

Aún no son las cinco de la tarde, Santa Fe se despereza de su siesta dominical. En la sede del Tribunal Oral Federal de Santa Fe, oblicuamente iluminado por el sol, reina la paz de los cementerios. Algún auto pasa de vez en cuando por la céntrica esquina de San Jerónimo y Primera Junta. Una policía, encargada de cortar el tránsito para la marcha, avisa por el handy: “Todavía no llegó nadie”. Pocos minutos después, empiezan a sonar los redoblantes. 

“Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”, llega cantando ese grupo que lleva la juventud como bandera. No hay edad para los hijos e hijas de la democracia. Saltan, cantan, se ríen: viven. Sus remeras negras con las siglas de H.I.J.O.S. los identifican; son la llama ardiente que dejaron los 30.000. Es la militancia que nació en los 90, en el auge neoliberal, para reivindicar el derecho que tiene todo pueblo a la memoria. Son quienes siguieron el camino de las Madres y Abuelas: gritar, en la cara de los asesinos y sus cómplices, que en la Argentina de la postdicatura no había lugar para la impunidad del genocidio.

La marcha desde el TOF hacia el Juzgado Federal (en 9 de Julio y Zazpe) fue el corolario de un encuentro que se hace anualmente, desde hace 28 años. “Esta vez nos encontramos en Santa Fe porque creemos importante mostrarle a la sociedad santafesina lo que es la Red Nacional de H.I.J.O.S cuando se junta: un espacio de debate, de contradicciones y tensiones pero que siempre llega a acuerdos a través del consenso”, explica Nadia Paglia, la regional local de la organización.

Lily Galeano, de H.I.J.O.S. La Matanza, es militante social y política desde fines de los años 80. Es hija de Héctor Galeano, trabajador telefónico desaparecido en el oeste del Gran Buenos Aires el 17 de noviembre de 1976. “No queremos que el 10 de diciembre, que es el Día de la Democracia, haya un gobierno fascista. Queremos justicia social, queremos votar con memoria porque memoria es trabajo, tierra y techo. Alzando la lucha de nuestros padres vamos a seguir caminando”, afirma. 

“Hoy la derecha está interpelando a las mayorías. Tenemos estos meses para interpelar a quienes votaron por esa opción y poder salir con una esperanza”, agrega.

La marcha avanza por la calle San Jerónimo. En la Plaza del Soldado, un grupo de mujeres con sus hijas e hijos espera el colectivo. Miran con curiosidad a ese grupo movilizado. Valeria Silva, de H.I.J.O.S. Santa Fe, lleva el megáfono. “¡Marchamos en contra de la complicidad judicial! ¡Paremos la mano con la Justicia impune! ¡Milei y Bullrich son ajuste y represión!”, denuncia. Una voz compañera agrega: “Por un país mejor para ellos”, señalando a los niños y niñas que miran la escena con ojos muy grandes.

De a poco el silencio dominical del centro de la ciudad se resquebraja. Los redoblantes, los cantitos, los megáfonos no paran de sonar. Corre en esa marcha la mística, la historia, aquel encuentro fundacional de Córdoba en 1995, tantos escraches a los genocidas, tantos juicios ganados, distintas generaciones cruzadas en un mismo camino de vida.

Santiago Osuna tiene 30 años y se presenta: “Soy militante de H.I.J.O.S. Regional Chaco. Mi abuelo Alberto Osuna era integrante de Montoneros y fue desaparecido el 10 de mayo de 1977 en Lanús, provincia de Buenos Aires. Mi viejo fue uno de los miembros fundadores de H.I.J.O.S. Crecí en las asambleas, participando en los escraches”, relata.

“Hay mucha militancia en este camino que ya lleva 28 años, lo que nos permitió desafiar lo imposible, meter a más de mil genocidas presos y que Argentina sea un ejemplo en el mundo. Ahora estamos para construir los desafíos de la etapa que viene y de las próximas décadas”, sostiene. 

Sobre la coyuntura actual, analiza: “Sin duda tenemos, en esta democracia, cosas que no se han podido resolver. El desafío es cómo garantizar a través del sistema democrático todo lo que necesita nuestro pueblo: techo, comida, trabajo, educación y un futuro. Acá nadie se salva solo, nos salvamos todos. No sirve una patria para unos pocos”. Y agrega: “La democracia es el mejor sistema de representatividad que tenemos, es la posibilidad de que nuestro pueblo pueda ejercer su derecho, no sólo de ir a votar cada dos años sino de pensar en la participación, en cómo transformar nuestro país y aquello que nos parece injusto”. 

Para Osuna, “hay que invitar a las pibas y pibes más jóvenes, escuchándolos y entendiendo que la democracia no ha podido todavía dar todas las respuestas. Son muchas las dificultades que todavía tenemos como generación para vivir, estudiar, trabajar y mantenernos”. Pero convoca: “Para transformar esas injusticias, no hay otro camino que involucrarse”.

Emilio Pien, de H.I.J.O.S. Córdoba, va al frente de la marcha con otro megáfono en la mano. Su remera dice: “Nuestra venganza es ser felices”. Pero él agrega: “Nuestra venganza es vivir. Hubo un sobreviviente de Auschwitz​ que decía ‘estos tipos no me mataron, pero no me dejaron vivir’. Y en parte ese es nuestro sentimiento como víctimas y como hijos de víctimas del terrorismo de Estado. Por eso nuestra venganza ha sido intentar vivir y ser felices a pesar de todo”.

El experimento jujeño de la represión

Néstor “Pipo” Mendoza milita en H.I.J.O.S. Jujuy desde hace diez años. Llegó a Santa Fe para participar del encuentro después de sufrir en carne propia la represión de Gerardo Morales. El 20 de junio pasado, cuando se sancionó la reforma inconstitucional de la Carta Magna provincial y el pueblo se movilizó en repudio, el gobernador sacó la Policía a la calle.

“Empezaron a reprimir con piedras, balas de goma y gases lacrimógenos. Quedamos atrapados en la playa de estacionamiento de una avenida porque estábamos escapando de las piedras que nos tiraba la Policía. En ese momento nos detuvieron, nos ordenaron tirarnos al piso. En todo momento dije que era de H.I.J.O.S. y apareció un policía que me pateó la cara. Recibí muchos golpes. Había dos compañeras de H.I.J.O.S. en la misma situación”, relata Néstor.

Entre cuatro policías lo trasladaron a la Legislatura jujeña: “En el trayecto policías vestidos de civil y policías de uniforme me amenazaban y me seguían golpeando. Me decían que en la comisaría me iban a golpear mucho más. Yo les respondía que sí, que sabía que hacían eso porque trabajo en conjunto con el Comité Nacional de Prevención de la Tortura y sé los tratos que tiene la Policía hacía las personas que están privadas de su libertad”.

Tanto él como sus compañeras de la organización fueron posteriormente trasladados al penal de Alto Comedero, sin que se les informe el motivo de la detención. Néstor cuenta: “Nos trataron como si ya hubiéramos sido penados, con una total humillación. Mi familia no sabía dónde estaba ni por qué estaba detenido. Fueron horas temerosas porque no sabía qué podía pasar ahí adentro. Hubo 60 personas detenidas”.

El militante estuvo tres días detenido, 48 horas sin conocer la causa. Es decir, de forma ilegal. “Recién antes de salir se nos acusó de atentado contra la autoridad y de tirar piedras, lo que es totalmente falso. En lo contravencional salimos absueltos, porque presentamos pruebas de que era la Policía la que estaba tirando piedras y del nivel de violencia con el que nos detuvieron. Pero en lo penal no tenemos clara nuestra situación procesal”, afirma.

Ante la pregunta sobre cómo se sigue luchando por memoria, verdad y justicia después de esa vivencia, Néstor no duda: “Con más convencimiento, con más fuerza. Si bien fueron días duros y grises, recibí mensajes de cariño de todos los compañeros, de diferentes puntos del país. Eso me dio mucha fuerza y mucho más convencimiento de que estamos haciendo lo correcto”.

—Mientras estabas detenido, ¿pensaste en la dictadura?

—Todo el tiempo. Cuando inicié mi militancia hacía el apoyo en los juicios, leyendo los expedientes. Y recordaba algunos relatos, los comentarios de cómo vivían los compañeros sus días en el penal. Salvando las distancias, porque si bien hay un estado de persecución en Jujuy, había cierto resguardo que me hacía sentir que no corría peligro mi vida. Pero sí quizás mi integridad física. En esos momentos pensaba: “Si ellos soportaron lo que soportaron, yo puedo pasar estos días y seguir”.

Mientras el Tercer Malón de la Paz resiste en Buenos Aires a la espera de que alguno de los poderes federales dé una respuesta concreta, en Jujuy se formó una multisectorial con sindicatos docentes, municipales y representantes de los pueblos originarios. “Estamos apoyando, haciendo marchas todos los días para que se baje la reforma”, cuenta Georgina Torino, también de H.I.J.O.S. Jujuy. “Seguimos acompañando esta resistencia y esperamos que la reforma caiga”, expresa. 

Desde H.I.J.O.S. Jujuy presentaron —junto a otros organismos como el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)— un amparo y una denuncia penal contra el gobierno jujeño por la reforma sancionada. 

“Es una reforma que va, por ejemplo, contra del artículo 14 bis de la Constitución Nacional porque prohíbe las manifestaciones, va en contra de los derechos de los trabajadores”, dice Torino. Por protestar, hoy en Jujuy hay personas que deben pagar multas que rondan los dos millones de pesos. Una cifra imposible en un país en crisis. Una cifra arbitraria que impone el gobierno de Morales por el sólo hecho de expresarse políticamente.

Razones para no votar al fascismo

El encuentro fue una semana después de las Paso y del asesinato del militante Facundo Molares a manos de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. 

La instancia de debate, dice Paglia, giró en torno a cuál va a ser la posición de la organización frente al panorama de la derecha. “Algunos hablaron de organizar la resistencia, otros de empezar pensar nuevas estrategias de cuidado. Hablamos de cómo militar la memoria, la verdad y la justicia con personajes que nos niegan y que niegan a los 30.000 y a su lucha”, explicita la militante. 

Las preguntas con las que empezó el congreso fueron “¿Qué puede proyectar H.I.J.O.S. de acá a 30 años más? ¿Qué podemos decir las hijas y los hijos a 40 años de democracia?”

Las respuestas brotan con urgencia ante el avance fascista, con la expresión visceral de un “No pasarán”. Paglia dice al respecto: “Tenemos fundamentos para decir por qué no hay que votar al fascismo. Los 30.000 lucharon por un país para todos y se los llevaron por un país para pocos. Es lo que quieren hacer de nuevo, a través de políticas de hambre y de la miseria planificada”.

La militante de derechos humanos prosigue: “No se puede votar al fascismo porque niega la historia, no sólo a los 30.000, también a los pueblos originarios, al movimiento de mujeres, a las disidencias. Y no se lo puede votar porque nunca van a estar del lado del pueblo”. Para la entrevistada, “es una cuestión de supervivencia”, y advierte: “Nos tenemos que cuidar porque, si avanzan, el cuerpo lo ponemos nosotros y los muertos también”. 

En el análisis colectivo, también se reflexionó sobre el rol que les toca a las organizaciones que sostuvieron estos 40 años de democracia. “Pienso que las organizaciones populares tenemos que dejar de ser caretas, porque hay un montón de cosas que no se lograron y tenemos que estar ahí para exigirlas. No solamente los pibes votaron a Milei, sino los adultos que tienen otras herramientas y que la pasaron mal en el último tiempo y no los supimos contener, ni escuchar, ni abrazar. Es el momento de reconciliar esos diálogos”, observa Paglia.

A modo de síntesis, señala: “No tenemos que votar al fascismo porque tenemos muchas herramientas con la democracia para seguir conquistando derechos. H.I.J.O.S. tiene mucho para decir, tenemos que encontrar la manera de que nos escuchen”. 

Su compañero Santiago Osuna aporta a la reflexión: “No tengo dudas de que vamos a ser parte de las transformaciones que hacen falta para cumplir el sueño de los 30 mil, que era una patria justa, libre y soberana, donde nuestros pibes tengan un plato de comida y acceso a la educación y a la salud”.

Por una Justicia que tenga el derecho de llamarse Justicia

En la sede del Juzgado Federal se despliegan las banderas de las 21 regionales que participaron del encuentro. “A 40 años de democracia, el Poder Judicial Federal y los poderes judiciales de las provincias siguen manteniendo su matriz represiva y clasista. Siguen persiguiendo luchadores populares, pibas y pibes pobres y beneficiando genocidas, narcotraficantes y empresarios explotadores y evasores”, denuncian los militantes.

Piden “al próximo presidente de nuestro país que cambie la matriz antidemocrática de la Justicia argentina”. Y a los próximos legisladores, “que promulguen las leyes necesarias para transformar la Justicia, para que no siga siendo una herramienta a favor de los poderosos y en detrimento del pueblo”. Ante el juzgado resuena el repudio al lawfare y a las “reparaciones simbólicas”. 

“El lawfare, que puede afectar a cualquier persona, es una violación a los derechos humanos. La Justicia debe ser una herramienta de reparación social, no de persecución política. Nosotros sufrimos el lawfare en el caso de nuestra compañera Nadia Schujman, de H.I.J.O.S. Rosario, que está soportando el asedio de la Justicia por investigaciones que realizó en su momento como funcionaria pública”, afirma Pien.

“Es necesario que las prisiones sean efectivas. Los genocidas tienen que estar en la cárcel porque los juicios por delitos de lesa humanidad son modelos para la justicia en general. Son los peores delitos. El único lugar para un genocida, en una sociedad que intente avanzar hacia valores de igualdad, es la cárcel, con todas las garantías constitucionales. Estamos hablando de personas que no tienen ningún arrepentimiento, que tienen la convicción de que lo que hicieron está bien y no pueden estar en un domicilio. Mucho menos con una Justicia que no controla las prisiones domiciliarias”, cuestiona el militante cordobés.

Paglia es contundente: “El Poder Judicial es el responsable de que no tengamos a todos los dictadores condenados, incluído el poder económico; de que no hayamos encontrado a todos nuestros hermanos y hermanas. Es el gran responsable del avance de la derecha y es una institución de las más antidemocráticas, que nunca fue cuestionada. Por eso tenemos que interpelarla, democratizarla: decirle basta de impunidad y de privilegios”.

Fotos: Gabriela Carvalho

Dejar respuesta

Por favor, ¡ingresa tu comentario!
Por favor, ingresa tu nombre aquí