Llegó a mis manos un regalo inesperado, de manos de una amiga de los tiempos de la universidad, la Pochi Kohler. Se trata del libro “Sembrando memoria. Historias de vida y militancia en la provincia de Santa Fe”, de los siguientes autores: Francisco Klaric, Juanita Kohler, Luis Larpin, José Nagahama y Rolando Pisarello. La editorial, “El periscopio. Asociación civil”.

La primera página presenta una foto de un árbol aparentemente florecido y, en letra manuscrita se lee: 

“Ciruelo de mi puerta
si no volviese yo
la primavera siempre volverá.
Tú, florece.”

Es un anónimo japonés, se aclara al final, citado por Haroldo Conti en “La balada del Álamo Carolina”. Haroldo se encuentra desaparecido desde el 5 de mayo de 1976.

Se trata de dos tomos pesados: si un libro de Anagrama mide por lo general 21 cm., éste tiene esa medida de ancho. De largo, 30. Y casi 400 páginas por cada tomo.

No es fácil de manejar, en varios sentidos de la palabra. Es un libro vasto, voluminoso, e hice algunas anotaciones acerca del mismo que fueron apareciendo a lo largo de estos tres días, desde que lo tengo, conforme la mente va tramando una textura de pensamientos casi sin ilación, pero que quisiera compartir ahora:

1. Pensamientos es mucho decir. Pequeñas ideas sueltas es más acertado. Lo primero fue un impacto, admiración por los autores. Tremendo trabajo, indicado en principio por las características físicas del libro. Vi unas fotos de los autores. Salvo a Juanita, no los conozco. Pero parece que todos tienen más o menos mi edad. Esto tiene sentido. Que estemos de salida, como dijo un amigo, no es obstáculo para seguir sembrando. Los ciruelos tienen la orden de seguir floreciendo.

2. De manera que ponerse a sembrar memoria, hoy, es casi lo único que tenemos que hacer. El odio crece y es letal. La vida es la memoria. Cuando una persona pierde sus recuerdos por alguna infame enfermedad, poco a poco va perdiéndose a sí misma. Hasta que se olvida su propio nombre. Ese olvido tiene consecuencias tan similares a las de la muerte, que ya no es. Lo vivido y recordado no sólo va formando una identidad. O sí, si por identidad reconocemos a todos los lazos que nos van conectando con otras personas a quienes, en algún momento, has tocado. La familia, los amigos, los colegas, los conocidos, los maestros: conversaciones, abrazos, sonrisas, saludos que se van alzando como se alza un ciruelo, hacia arriba, lleno de flores amables, delicadas, fuertes. Serán frutos dulces.

3. Así, un país. 

4. Tenemos mucha suerte los santafesinos de tener este libro. Los autores son cinco; los que escribieron, muchísimos más: familiares, amigos, colegas, conocidos, fueron contando el pedacito de experiencia que tuvieron, ese lazo, en algún momento, con algunos de los compañeros que acá son recordados. Foto grande, anécdotas, semblanzas, descripciones. Yo no lo leí entero, todavía, pero no quería que este 24 tan importante para nosotros, pasara sin que todos supieran que este libro existe. En estos días estuve buscando a mis seres queridos, perdidos, en estas páginas. A Lionel, que se fue tan joven a Tucumán; al Enzo, sobre quien mi amigo José Cettour está escribiendo un libro, que estuvo con su Mónica hasta el final; a Laura, que cayó en Rosario y el Lobo, y Presti, y Rosita, y tantos. Recién me levanté a ver si estaba Ángel Gertel, que fue mi profesor de psicología en 1er año, rosarino, y también está.

5. Están los compañeros caídos en toda la provincia, están en el libro y en nuestros corazones.

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